Antes de marchar quisimos que nos contara algunas cosas más sobre ella su trabajo y le hicimos esta entrevista:
1.
¿Quién te contaba cuentos cuando eras pequeña?
No tengo recuerdos claros de que me contaran
cuentos. Sé que mi padre sí me contaba, pero eran retahílas, adivinanzas,
trabalenguas… muchos temas cortos de folclore: “la gallina pinta, piririnca,
piriranca, rubia y pitiblanca…” cosas así recuerdo bastantes, no tanto un
cuento largo. Y también recuerdo las historias de la guerra que escuchaba
cuando estaba con mi abuelo y con el señor que ayudaba a mi padre, ellos hablaban
como se hablaba antes a los niños, como si no escucharan, de que habían estado
en campos de concentración y cosas así. Fueron historias inolvidables. Pero no
porque me traumatizaran, supongo que ellos tenían bastante miramiento para no
contar cosas sangrientas, sino porque contaban cosas que eran más bien
peripecias.
2. ¿Cuál era tu cuento favorito?
El cuento que me gustaba de pequeña era Hansell y
Gretell. Pero ahora mismo no guardo una emoción con respecto a ese recuerdo.
Pero sí esa idea de la bruja, la casita de chocolate, perderse en el bosque…
todo era un poco inquietante. Pero se salvaban los dos hermanitos juntos, y eso
me encantaba.
3. ¿Cómo descubres que quieres dedicarte a esto?
Lo primero es leer. Desde pequeña he sido una
lectora muy voraz. Estudié magisterio porque me gustaba, y creo que hay un
punto de pedagogía dentro de lo que hago, una visión de aportar cosas que
sirvan para… no sé qué, pero que sirvan, y yo creo que eso me lo da esa
vocación primera. Nunca llegué a ejercer de maestra, pero el poso siempre quedó
ahí.
Más tarde, hice teatro y llegué a estudiar en la
escuela de arte dramático de Madrid, como una manera de canalizar también mi
expresión. Empecé, mientras estudiaba magisterio, apuntándome a la Escuela Municipal
de Teatro de Guadalajara, y luego me fui a Madrid y ahí pensé que el teatro era
el principio-fin de mi vocación. Por entonces no existía la profesión de
cuentista, salvo en la esfera de las familias y las escuelas, y no se oía nada
de cuentos en otros ámbitos. Un ejemplo: en magisterio no se estudiaba nada
sobre literatura infantil, para qué íbamos a hablar de cuentos… es algo
increíble, pero es real, ha ocurrido.
Entonces, aunque yo hice magisterio por vocación,
realmente ahí no tuve ningún profesor o profesora que nos hablara sobre esto,
sí de literatura, porque hice la especialidad de filología, pero al camino de
los cuentos llegué trabajando en el teatro: un día Blanca Calvo, la
bibliotecaria de Guadalajara, nos propuso a la compañía de teatro en la que yo
estaba si alguien quería contar cuentos,
y nos miramos y dijimos: “¿qué?” Al resto de compañeros la propuesta no
les interesó, pero a mí me atrajo mucho. Blanca me dijo: “estoy un poco cansada
de que los niños siempre saquen los mismos libros en préstamo de la biblioteca,
mi objetivo es cambiar esto, me apetece hacer presentaciones y poner en valor
libros que sé que son muy buenos, pero que no los leen”. Por eso mis inicios
fueron de animación a la lectura, porque la idea me interesaba mucho, y no ha
dejado de apasionarme. Cada vez que iba a la biblioteca en esa fase inicial,
Blanca recorría la biblioteca de Guadalajara, que tenía un fondo infantil
importante, y decía: “este, sí y este también y este…”, y yo me iba a mi casa con bolsas llenas de
libros cada vez. Por entonces, estamos hablando de 1983, coincidió con la época
en que empezaron a entrar todos los títulos interesantes que habían estado sin
editarse hasta entonces, y era como si la literatura infantil empezara a
existir de golpe en España; Maurice Sendak, Gianni Rodari… todos los grandes
nombres que ahora parece que han estado siempre, pues no, no estaban… y claro,
era un enamoramiento detrás de otro, y yo sin parar de leer y ella pasándome
cosas. Así que un día me dije: “esto es lo mío”. Porque, en el fondo, me
convertí en mi primera oyente. Todavía de vez en cuando me pregunto: ¿pero aún
te sigue interesando lo que cuentas?” y me digo: “pues si, todavía sí… (risas).
Y por eso sigo.
4 ¿Qué
crees que aportas con lo que haces?
Pues no lo sé… creo que puedo resultar un buen
ejemplo respecto a disfrutar mucho de mi trabajo y eso me parece muy importante
en la sociedad, que guste lo que haces, cada una, cada uno, a lo suyo. Mi
trabajo me lo tomo un poco como obrera de los cuentos. A veces se me olvida
invitar a los amigos cuando tengo sesiones de cuentos porque, sencillamente, es
mi curro y la gente cuando se va a la fábrica no dice. –“¡Oye, que voy a currar!”. Tengo una manera
de ver mi trabajo como una curranta, pero una curranta enamorada.
5. Si fueras el personaje de un cuento ¿quién serías?
El último personaje que me ha encantado ha sido
Topolin, de Janosch, un escritor alemán que hacía sus propias ilustraciones.
Tiene bastantes libros publicados en España y me parece un autor muy
interesante.
6. Dinos tres ingredientes que tiene que tener un buen narrador.
¡Madre mía!, vaya preguntón. No me veo capacitada
para sentar cátedra. En todo caso puedo decir lo que se me ocurre así, de
pronto….
Yo creo que para ser narrador-a, hay que saber
compaginar el mundo interior y el exterior. Sentir esa inocencia que te hace
deslumbrarte por las cosas, pero a la vez tener un sentido fuerte de
comunicación, no el sentido pasivo del lector, sino una voluntad imperiosa de
comunicar. Si no hay esa fuerza inicial, es difícil que haya avances, porque a
veces en la práctica los caminos del narrador son muy complicados
Otra cosa importante: es un trabajo que no puedes
hacer solo por dinero, porque contado cuentos te expones mucho, tú eres tu propio
mensaje. Esto es un privilegio y al mismo tiempo una gran responsabilidad.
Y por último, incido en el tema del repertorio. Es
algo fundamental, porque está en línea directa con esa vida interior de la que
he hablado antes, porque cada cuentista ha de tener su propio rio subterráneo,
su propia verdad. No es cuestión de coger lo primero que me encuentro, ¡no!, ¡tienes
que dar algo más!
7. De los libros que has escrito ¿Cuál es tu
favorito?
De mis dos ensayos: “Contar con los cuentos” y
“Contar con la poesía”, guardo un recuerdo muy bueno, muy intenso y muy largo
en el tiempo, de muchas reflexiones, y de muchos hallazgos también para
intentar expresarlas. Me siento bastante contenta de haberlos hecho. “Contar
con la poesía” es un libro planteado para perderle el miedo a decir poesía de
viva voz, una actividad maravillosa y en la que creo con toda mi alma. Y
“Contar con los cuentos”, un ensayo para principiantes en el arte de contar
historias, nació en 2002 y me encanta que todavía no se haya hecho viejo. Está
reeditado con Palabras del Candil en 2009; y hace muy poco, a finales de 2018,
se ha editado en Chile con muy buena acogida.
Los libros que he escrito para niños también me
alegran mucho. Son una puerta hacia una parte de mi trabajo, el de la edición,
que cada vez me interesa más. Hablaré del último, La Caja de Colores, un
precioso trabajo con la ilustradora Leticia Ruifernández, en Ediciones La
Guarida.
8.
Acabamos donde empezamos, ¿quién te cuenta cuentos hoy a ti?
Pues la mayoría de las
veces son los libros los que me los cuentan y los
encuentros con amigos. Además, me gusta mucho escuchar a la gente.
9. ¿Cuál es tu cuento favorito?
El último: Topolín como historia para pequeños. Y para
mayores, soy un poco rara, por eso me habéis llamado para venir aquí: me
encanta el ensayo. Ahora me estoy leyendo un tocho maravilloso que se titula
“La luna” y que pesa dos kilos y medio y lo sé porque lo he pesado (risas).
Anoche me terminé “Breve historia de la mentira”, y el anterior había sido “Antropología
de la mentira”, porque yo cuando pillo un camino… soy un poco “sabuesa” y me
encanta profundizar (risas).
10. Alguna cosa más que nos quieras decir o que te quedes con ganas de contarnos.
Me siento muy contenta por vuestra invitación. Ha
sido una tarde maravillosa compartiendo mis universos -libros, cuentos, poemas-
con las personas, grandes y chicas, de Trabenco. Gracias.
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